Viendo hacia el Este del Cuadrángulo de las Monjas, el ojo se encuentra con la armoniosa fachada del edificio oriental de dicho Cuadrángulo. Esta construcción está cubierta de sutilezas arquitectónicas: nótese la puerta central, ligeramente más ancha que las demás, resaltada adicionalmente por un espaciamiento irregular de los otros cuatro accesos; nótense asimismo los umbrales remetidos que enmarcan y prestan su juego de luces y sombras a los vanos que, de otro modo, serían medios rectángulos negros. Nótese asimismo la elegante geometría lograda por un frisco engañosamente sencillo, subrayado por un paramento (muro inferior) liso; este paramento podría convertirse en un elemento sumamente visualmente pesado, pero este efecto se rompe por el espaciamiento irregular de los vanos y por el aligeramiento que brinda la base de "junquillos" (pequeños tamborcillos de piedra) que sostienen todo el edificio y que, a su vez, se asientan sobre una amplia escalinata. Detrás de este espléndido edificio se levanta la mole de la Pirámide del Adivino.